XVI

I

El ocre de mi voz se arrastra entre los campos
y la muerte sigue sobre mis hombros,
por suerte tú estás a mi lado.

El brindis con mi esqueleto todavía no ha terminado;
su mandíbula descarnada todavía bebe de mi vaso
mientras bebemos de nuestro amor-copa.

II

Repito mis poemas como un salmo que me salva.

He fraguado la resurrección de mis ojos desde mis pies,
y nuestra odisea diaria se ha vuelto rutina,
como si el tren-cíclope no fuera nada nuevo,
y las voces de las arpías sonasen huecas
cuando tu paciencia, tejiendo nuestro presente,
se convierte eterna.

III

Me he convertido en un poeta egoista,
mis versos casi sólo brotan para mí, en el silencio de la ducha;
cuando repaso nuestro día;
cuando me masturbo pensando en ti, masturbándote pensando en mí...
y así sucesivamente,
mis poemas escasos se hunden en tu alma infinita
para pertenecerte completos igual que nacen.

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