XIV
I
La serpiente de mi estómago fallece
ante el arco-iris de tu boca.
Somos tú y yo;
yo y tú;
porque nos amamos hasta sangrar.
Me abrazo a las llamas de tus piernas,
purifico mi aliento corrupto,
y tu sonrisa me dicta el camino;
claro y nítido
como el riachuelo que nace.
II
Hay cansancios que nos vencen,
y entonces somos sauces
tras ser juncos;
para morir de nuevo en el anochecer de nuestros párpados.
El atardecer es un llanto,
con un lucero y una lágrima,
un nacimiento y una muerte.
La hipnosis de tu cuerpo me adormece;
me clarifica;
y doy muerte a mis ojos absurdos.
III
¡Qué baje el Sol y rompa a llorar!
¡Qué vengas a buscarme y encontremos nuestra Luz!
Dame el verbo de tus labios;
el verso,
que mana de mi corazón volcán
y tu cerebro redondo...
La serpiente de mi estómago fallece
ante el arco-iris de tu boca.
Somos tú y yo;
yo y tú;
porque nos amamos hasta sangrar.
Me abrazo a las llamas de tus piernas,
purifico mi aliento corrupto,
y tu sonrisa me dicta el camino;
claro y nítido
como el riachuelo que nace.
II
Hay cansancios que nos vencen,
y entonces somos sauces
tras ser juncos;
para morir de nuevo en el anochecer de nuestros párpados.
El atardecer es un llanto,
con un lucero y una lágrima,
un nacimiento y una muerte.
La hipnosis de tu cuerpo me adormece;
me clarifica;
y doy muerte a mis ojos absurdos.
III
¡Qué baje el Sol y rompa a llorar!
¡Qué vengas a buscarme y encontremos nuestra Luz!
Dame el verbo de tus labios;
el verso,
que mana de mi corazón volcán
y tu cerebro redondo...
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