X

I

Arde mi garganta y soy el dragón de tu sangre.
Las alas que me das
se traducen en verso y runas;
labios y muerte.

La espera se prolonga igual que nuestra ansia.
Ordeno mi vaso y pensamiento
y tu piel-seda me muestra el camino:
claro, conciso, completo.

II

Escribo verdades inexorables como tu lengua irresistible.
Brindamos con nuestros dientes,
y no hay mar que no nos pertenezca:
defendemos con alfanjes nuestra pasión.

Tallados en el mascarón de nuestra Libertad.
Nos adueñamos de nosotros,
nuestra muerte muere muerta:
Choca la luz contra nuestra proa.

III

El Desierto enseña el camino a quien lo conoce.
El oasis de tu saliva me resucita
y soy quien soy por ti;
por lo que me has enseñado.

Jamás me abandonarás;
lo sabes para siempre.
Siempre estaré ahí:
donde florecemos para morir juntos.

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