VIII

I

Nos perseguimos,
y tu horizonte es el mío,
ya que sigo siendo Luna,
y sigues iluminando mi vida poética y maldita
con tu incombustible flujo.

No hay un cielo que nos soporte,
somos pesadilla de océanos,
y, por eso,
las olas nos acechan
en nuestro camino heroico.

Somos héroes de sueños cortos
y caminos largos,
de vías de tren oxidadas
y corazones refulgentes.

II

Con mis dedos en su garganta,
me ensaño con la intrascendencia
desde hace tiempo;
se volverá en mi mejor virtud.

Las corazas atrofian
y los corazones son músculos.

III

La libertad de tus labios me trastorna;
y solo quiero estar en ellos;
fuego que bebo.

La nitidez de tu sonrisa me alumbra;
y respiro como el mar.

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