VI
I
La pesadez en mis ojos
no sabe engañar,
mi sonrisa tampoco.
Estás tú y nadie más,
y me doy cuenta de lo que ha cambiado todo
desde que tu orgasmo se volvió algo imprescindible para mí.
-No tengo nada que ocultar-
repito, en una especie de motivo personal;
siento como las luces espectrales
que iluminan mi garganta se encienden y apagan.
Aspiro a la simpleza pura;
de tener lo que necesito
y necesitar lo que tengo,
igual que mi poesía.
II
Broto en el huracán de mis sentidos,
dónde giras tú conmigo
y muere el tiempo.
La plaga que me asola
se encuentra entre la tierra y el ron,
entre la bandera negra y el chamán que me susurra en el hombro.
Disparo a los ángeles y a los árboles.
Mi sangre no me permite desfallecer,
y por eso sigo poema tras poema.
III
Anteayer y ayer nos amamos de nuevo;
hoy también.
Los ríos que nacen de tu boca me inundan,
y me ahogo dulcemente
meciéndome en tus brazos.
Rompe una ola rosácea en mi costa
y nazco tras tu huella.
La pesadez en mis ojos
no sabe engañar,
mi sonrisa tampoco.
Estás tú y nadie más,
y me doy cuenta de lo que ha cambiado todo
desde que tu orgasmo se volvió algo imprescindible para mí.
-No tengo nada que ocultar-
repito, en una especie de motivo personal;
siento como las luces espectrales
que iluminan mi garganta se encienden y apagan.
Aspiro a la simpleza pura;
de tener lo que necesito
y necesitar lo que tengo,
igual que mi poesía.
II
Broto en el huracán de mis sentidos,
dónde giras tú conmigo
y muere el tiempo.
La plaga que me asola
se encuentra entre la tierra y el ron,
entre la bandera negra y el chamán que me susurra en el hombro.
Disparo a los ángeles y a los árboles.
Mi sangre no me permite desfallecer,
y por eso sigo poema tras poema.
III
Anteayer y ayer nos amamos de nuevo;
hoy también.
Los ríos que nacen de tu boca me inundan,
y me ahogo dulcemente
meciéndome en tus brazos.
Rompe una ola rosácea en mi costa
y nazco tras tu huella.
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